martes, 26 de agosto de 2014

El Papel del concepto de Trabajo en la teoría social del siglo XX – E. De la Garza




Con los cambios iniciados desde finales de los setenta han sido cuestionados:
a)      La centralidad del trabajo entre los mundos de la vida de los trabajadores (Offe, 1980)
b)      En particular su importancia en la constitución de subjetividades, identidades y acciones colectivas (Liotard, 1985)

El significado del Trabajo en la teoría social puede ser abordado desde dos grandes perspectivas:
1)      La hermenéutica: Trabajo no tiene carácter objetivo, discursos contendientes alteran, cambian el sentido del Trabajo.
2)      Concepción objetivista: Independiente de cómo es valorado por la sociedad; sería el medio de creación de la riqueza material o inmaterial y de circularla.

Marx dirá que el trabajo humano existe dos veces, una idealmente como proyecto en la mente del que trabaja y otra como actividad concreta (Marx, 1972) El trabajo es una actividad objetivo-subjetiva.

“Por darse en torno al trabajo una disputa de clases, estas formas dominantes de verlo no independientes de los flujos y reflujos de dichos conflictos colectivos”  (p. 3) 

Podemos identificar varios periodos en el capitalismo moderno en los que ha sido diferente el papel del concepto de trabajo en las teorías sociales: a) de la revolución industrial a la segunda mitad del XIX, b) de finales del XIX a la gran crisis del 29, c) del 29 a los años sesenta y d) años setenta a la fecha.

1.       La teoría clásica

Hasta la segunda mitad del XIX la E.P. dominó sobre las otras ciencias sociales. Concepto de trabajo fue central y fue entendido como creador de valor (Ricardo, 1962). “Está implícito un concepto de clase social, desde el momento en que el origen de la ganancia y del salario no son los mismos”. Marx llevó a su consecuencia lógica esta línea de pensamiento: Ganancia proviene del trabajo no pagado al obrero (Marx, 1974).

Las categorías de “El Capital” fueron pensadas sobre todo para el trabajo industrial de la época de Marx, Dieron poca importancia al trabajo de servicios y cuello blanco. De la misma forma el trabajo de reproducción (familia) es considerado como no productivo.

2.       Segunda mitad siglo XIX a la crisis del 29

Ascenso del movimiento obrero que no fue reconocido inmediatamente como clase por el Estado, ni en general se habían constituido instituciones de mediación del conflicto interclasista.

Surge el marginalismo que relega al trabajo como concepto central de la economía. Sistematiza y formaliza su concepto de actor económico racional; por el otro lado las nacientes ciencias sociales rescatan aspectos morales en la acción y sociedad.

Se pone el acento en la utilidad de la mercancía; el valor de la mercancía se hizo depender del mercado. En la misma línea Walras (1954) acuño un nuevo concepto de ciencia económica como ciencia libre de valores, deductiva, semejante a las matemáticas, que utiliza tipos ideales. 

Supuestos duros de esta economía:
a)      Racionalidad de los agentes.
b)    Ceteris Paribus: se construyen modelos como si fuera posible controlar variables; modelo tiene más carácter normativo que explicativo.
c)     Las instituciones extraeconómicas no cuentan en la modelación (externalidades o fallas del mercado).
d)      Competencia perfecta y tendería al equilibrio; en este punto los agentes maximizan sus utilidades.

En este periodo surgió la primera Sociología industrial con Elton Mayo. Critica a Taylor: papel de los sentimientos en el trabajo y la importancia de los liderazgos naturales y los grupos de referencia para el buen desempeño productivo. Buscaba la cooperación de los obreros y encontrar una ciencia total del trabajo, no reducida a la economía, para hacer el proceso productivo predecible.

3.       De la revolución de octubre de 1917 – crisis del 29 a los años sesenta

Los dos sucesos del encabezado trataron de ser domados a través de instituciones reguladoras del conflicto interclasista y de la economía. Es el periodo del Estado Social, del Estado benefactor e interventor de la economía, centro en la negociación colectiva y la seguridad social.

Pierden terreno los neoclásicos y lo ganan los keynesianos e institucionalistas de la economía. Keynesianismo no declaró ilegítimos a los sindicatos (para los neoclásicos serían monopolistas de la fuerza de trabajo que impedirían llegar al equilibrio), sino organizaciones con las que hay que convivir. Intervención del Estado se hace necesaria para lograr el pleno empleo.

En sociología son conocidas las críticas de Parsons al individualismo metodológico, a la concepción de los fines como dados y no culturalmente construidos. 

El paso de la sociología industrial a la del trabajo implicó poner en el centro de la reflexión no a la empresa sino al trabajador como actor y destacar principalmente los problemas de poder al interior de las relaciones laborales. El marxismo que predominó en la época fue uno estructural.

4.       Crisis de los años setenta: el neoliberalismo y el nuevo institucionalismo, la desilusión posmoderna.

Años setenta hay una reactivación del conflicto de clases. “Se dio junto a los que algunos consideran los límites de la política keynesiana y del Estado Social, en cuanto a conciliar acumulación del capital con legitimidad utilizando para ello el gasto público” (p. 8)

Los cambios estructurales entre los trabajadores son ciertos, sin embargo la importancia de los asalariados en la PEA sigue siendo suficientemente alta como para tomarlos en cuenta.

Con respecto a las subjetividades hay dos grandes soluciones que nos parecen insatisfactorias (p. 15):
-La estructuralista: estructuras determinan subjetividad.           
-La del actor racional: identidad colectiva como un recurso más para obtener máximo beneficio de acuerdo con los recursos utilizados.
“En la primera perspectiva las identidades son introyectadas socialmente, impuestas por la sociedad; en la segunda son simples recursos estratégicos que el actor puede utilizar para mejorar su juego” (p. 15).

No cabe hablar del contenido abstracto de la subjetividad sino de la subjetividad como proceso de dar sentido a determinadas situaciones. Subjetividad puede reconocer la discontinuidad, la incoherencia y la contradicción. “La identidad entendida como forma específica de subjetividad en tanto sentido de pertenencia colectiva, con sus signos compartidos, su memoria colectiva, sus mitos fundacionales, su lenguaje, su estilo de vida, sus modelos de comportamiento y en niveles superiores sus proyectos y enemigos comunes" (p. 15). 

La transformación molecular de las prácticas y subjetivaciones puede conducir a la transformación de la identidad.

“La vida en el trabajo puede ser diferente según las características tecnológicas, organizacionales, en relaciones laborales de los trabajadores; también dependiendo de su calificación, etc. Las diferencias pueden ser nacionales, regionales o locales. Pero la heterogeneidad de la clases obrera y de sus mundos de experiencia no es una novedad en la sociedad postindustrial, sus componentes específicos si lo son” (p. 18) 

La reestructuración capitalista está significando dos tipos de grandes cambios en los mundos del trabajo. Por un lado, en el trabajo formal la introducción de nuevas tecnologías, nuevas formas de organización del trabajo, la flexibilidad interna y cambios en calificaciones. Por el otro, la precarización de una parte del mercado de trabajo; empleo informal, a tiempo parcial, subcontratación, etc. “Valdría la pena analizar si hay posibilidad de nuevas identidades a partir de dichas transformaciones” (p. 20).

En síntesis, no queda en el actual periodo una sola concepción de trabajo y su importancia como concepto en las teorías sociales. “El neoliberalismo busca relegarlo teórica y prácticamente, el nuevo institucionalismo reconocerlo pero en acuerdos con el capital, la postmodernidad despreciarlo” (p. 21).

Frente a la historia compleja del concepto de trabajo es mejor reivindicar su contenido multidimensional (p. 21 y 22 aparece todo lo que el trabajo puede ser), reconociendo también sus determinantes históricas y sociales.

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